Hidroeléctrica amenaza inundar ciudad milenaria y afecta miles de personas en Kurdistán
Ilisu, proyecto hidroeléctrico faraónico, es una vieja obsesión del gobierno turco. El relleno del lago está previsto para el día 10 de junio, y entre diversos lugares históricos, habitados y […]
Publicado 07/06/2019
Ilisu, proyecto hidroeléctrico faraónico, es una vieja obsesión del gobierno turco. El relleno del lago está previsto para el día 10 de junio, y entre diversos lugares históricos, habitados y naturales, la presa inundará el pueblo Hasankeyf, que existe hace más de 12 mil años, afectando también casi 200 comunidades y más de 100 mil personas.
Anunciado por el gobierno turco como motor del desarrollo desde la década de 1960, el proyecto Ilisu, en el río Tigris, es la mayor hidroeléctrica en construcción en Turquía, precisamente en la región del sureste kurdo. Iniciada en 1997, es una parte clave del proyecto Anatolia del Sudeste (GAP), que prevé la construcción de 22 grandes represas en la región. El Proyecto Ilisu tiene un potencial de 1.200 MW de generación e inundará una extensión de 136 km a lo largo del río Tigris , totalizando un área de 313 km2. Hasta hoy no fue presentado un estudio de impacto ambiental, pero el relleno del lago ya fue anunciado por el gobierno turco para el día 10 de junio.
Según declaraciones oficiales de 2005, 199 aldeas serían afectadas, además de la antigua ciudad de Hasankeyf. La ciudad, de más de 12 mil años es de las más antiguas habitadas de forma contínua en el mundo. Ya fue escala de la famosa Ruta de la Seda, cuenta con un valiosísimo patrimonio histórico, y con una población total de 55 mil personas, siendo que 23 mil no son contabilizadas porque fueron forzadas a salir en los años 90, cuando 80 aldeas fueron evacuadas por el Ejército Turco. Se estima que serán 100 mil las personas afectas.
Luego de que se inunde el lago, gran parte de la ciudad quedará bajo 30 metros de agua, junto a monumentos antiguos y cuevas neolíticas localizadas a orillas del Tigris.
Más de 40% de la población afectada no tiene títulos de propiedad de la tierra y no recibirán ninguna indemnización: perderán casi todo. Para los campesinos que sí los tienen, la indemnización es baja, y hasta el momento no hay una reubicación para tierras adecuadas, ni otras medidas de compensación establecidas. Las familias afectadas, que sufren con la pérdida del sustento, su cultura y su tierra, podrán enfrentar en un futuro próximo la pobreza en las ciudades.
Zona de guerra
La región donde la presa está instalada es próxima de áreas disputadas desde la década de los 80´por el gobierno turco y la guerrilla del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Con ese argumento, las autoridades turcas -que consideran al PKK como una organización terrorista- enviaron contingentes de fuerzas de seguridad, y miles de agentes han realizado operaciones militares cerca de la obra. Desde 2015, varias áreas alrededor de Hasankeyf e Ilisu han sido declaradas zonas militares con acceso negado. El estado de emergencia, declarado en 2016, ha imposibilitado manifestaciones públicas o expresión de críticas a la presa.
Otra cuestión central es el abastecimiento de agua en Siria e Irak, ya que ambos países, -y sobre todo Irak- dependen del agua del río Tigris, que es una fuente vital para el abastecimiento de agua de centros urbanos, así como en la agricultura hace miles de años. Diversas leyes y acuerdos internacionales como la Convención de las Naciones Unidas para la Reglamentación de los Usos No Navegables de Cursos de Agua Internacionales (1997) requieren acuerdos mutuos entre Turquía, Irak y Siria, pero Turquía no firmó los acuerdos.
Niños palestinos en Gaza rellenan botellas de agua frente al depósito del pueblo, destruido luego de ataques israelíes.
Foto: Dan Cohen, vía palestinalibre.org
De esta manera, esta es otra de las grandes preocupaciones respecto al proyecto: la utilización de la presa y el control que implica sobre los cursos de agua como arma de guerra, algo que no sería ni la primera ni la última vez que ocurriría. Un ejemplo es el Apartheid israelí contra Palestina. Las autoridades sionistas han utilizado el agua usurpada a los palestinos como un arma de guerra, cortando o disminuyendo el abastecimiento de comunidades. Según la Oxfam, Israel controla el 80% de los recursos hídricos palestinos: los 520 mil colonos israelíes utilizan seis veces más agua que la que utilizan 2,6 millones de palestinos en Cisjordania.