Lucro a cualquier costo: entienda por qué el sector eléctrico establece altas tarifas para la población
La industria de la electricidad en Brasil es dominada por grandes grupos internacionales que obtienen lucros extraordinarios a costa de los recursos naturales del país y del bolsillo de los trabajadores
Publicado 05/10/2020 - Atualizado 05/10/2020
La energía eléctrica impacta directamente la vida de las personas. Representa un insumo fundamental de todas las cadenas productivas, pero sobre todo es un derecho fundamental del pueblo. Brasil posee recursos naturales de elevada productividad a través de la generación hidroeléctrica (62% de la matriz energética del país proviene de esta fuente) sin embargo, el bajo costo de producción no es utilizado para garantizar energía a precios accesibles para el pueblo; sucede lo contrario.
La lógica que domina el mercado está muy lejos de la concepción de la energía como un derecho, la realidad demuestra que la industria eléctrica en el país es un gran negocio que produce lucros extraordinarios para grandes grupos económicos internacionales y sus accionistas.
Los dueños de la industria de electricidad
Según un estudio publicado por el Movimiento de los Afectados por Represas (MAB, por sus siglas en portugués) en el mes de mayo de este año, quince grupos económicos monopolizan el control de la industria de electricidad en Brasil. Entre ellos, sólo tres son estatales, y también están siendo privatizadas desde dentro. Eletrobrás, que detenta cerca del 30% de la potencia instalada del país y 50% del sistema de transmisión, Copel, que pertenece al gobierno de Paraná, y CEMIG, empresa controlada por el gobierno de Minas Gerais, pero que tiene sólo 17% del control accionario estatal.
Para Gilberto Cervinski, de la coordinación nacional del Movimiento de los Afectados por Represas, la energía “está dominada por un cartel internacional de transnacionales que imponen altos precios en la cuenta de luz del pueblo y controlan todas las estructuras del Estado, privilegia aún más los privilegiados y castiga los menos favorecidos, configurando un modelo que es contrario a los intereses del pueblo y del país”, afirma.
“Históricamente hemos denunciado que el precio de la luz es un robo. Inclusive con bajos costos de producción, el pueblo paga uno de los precios más altos del mundo. Esa es la gran contradicción de este modelo. Ellos le cobran caro al pueblo y al mismo tiempo entregan energía baratísima a los más ricos, como grandes empresas industriales y centros comerciales, los llamados consumidores libres”, comenta Cervinski.
El resultado es un excesivo gasto con energía eléctrica sobre el presupuesto de los más pobres. Según el levantamiento publicado en el blog Outras Palavras, basado en datos de la ANEEL (Agencia Nacional de Energía Eléctrica) y del IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística), el costo promedio de la tarifa residencial, en los primeros seis meses de 2020, quedó en R$ 135 lo que representa más del 10% del rendimiento mensual per capita en el país con relación a los datos de 2018. Considerando que gran parte de la población tiene ingresos iguales o inferior al salario mínimo, el impacto de la tarifa de luz en el bolsillo de las familias es enorme.
Problema histórico
“Nuestra independencia comienza con Portugal transfiriendo una enorme deuda para Brasil, la colonia que dejaba de ser colonia. Nacimos dentro de esa lógica, y con la industria de electricidad es igual, nace en el Norte Global, en el centro del desarrollo de la producción capitalista y de la lógica del aumento de la productividad, y llega a Brasil con el arribo de esas grandes empresas para dar a conocer sus equipamientos y crear el mercado para la nueva industria”, explica el profesor Dorival Gonçalves Junior, de la Universidad Federal de Mato Grosso (UFMT), que hizo su tesis de doctorado sobre la industria eléctrica en Brasil.
El sector de electricidad estuvo totalmente centralizado en manos del capital extranjero hasta la década del 30, explica, y fue sólo durante la gran depresión económica de 1929 que inician las primeras grandes inversiones de los Estados en generación de electricidad.
En Brasil, las empresas ya vendían la energía a precios internacionales, y fue sólo en esa época que el precio comenzó a tener una relación con el costo de producción local y fue posible un mayor control sobre las empresas extranjeras que comenzaron a desinvertir.
Entre idas y vueltas, comienza a surgir una industria eléctrica estatal, en el marco del primer esfuerzo de construcción de Brasil como una nación soberana, más de 100 años después del “Grito de independência”. Luego del fin de la segunda guerra mundial, la electricidad se consolida como un sector dominado casi en su totalidad por el Estado.
La fase actual, según Dorival, comienza en los años 70, cuando surge la primera experiencia de desestabilización de la industria eléctrica, hecha por la dictadura de Pinochet, en Chile, que comenzó después del golpe que llevó a la muerte del presidente socialista Salvador Allende en 1973. Esa fase, explica: “es fundada en el principio de que esta actividad debe ser ejercida por la iniciativa privada, a través de una estructura industrial horizontalizada, siendo establecida en cuatro sectores empresariales: generación, transmisión, distribución y comercialización. Visión que, en el presente, constituye la hegemonía mundial”, señala.
La transferencia
En Brasil, la industria regresa a manos de la iniciativa privada en la década del 90, durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. En la época, explica Dorival: “Aquél enorme patrimonio, que había sido organizado por el Estado y construido con el esfuerzo del pueblo, fue lanzado a manos del mercado. Al mismo tiempo y para atraer inversores internacionales el precio de la electricidad fue nuevamente internacionalizado. Entonces, a partir de ese momento entramos en la contradicción de tener condiciones para producir energía muy barata teniendo altas tarifas. Es que la industria se convirtió en un gran y muy codiciado negocio, pues genera lucros extraordinarios”. Pero afirma: “Eso no es de ahora. Inclusive con alternancias o modificaciones, la centralidad fue casi siempre del sistema financiero”.
La industria eléctrica implica, necesariamente, inversiones en capital constante, construcción de plantas, compra de materiales, generadores, líneas de transmisión, etc. En las privatizaciones, todos esos costos son transferidos al cosumidor, siendo que habían sido amortizados a lo largo de varios años. Osea, el capital privado recibió en las manos un sector que el Estado había construido y la sociedad había pagado, entonces todo lo que viene de aquí en adelante es lucro para las empresas. Para Dorival, “esa es una solución que el capital siempre tuvo en la mano, y nunca salió de escena”, por eso son tan reticentes al control estatal, pues ese negocio es una mina de oro para ellos”.
Sin control
La llegada al gobierno del Partido dos Trabalhadores (PT) generó algunos avances, pero el modelo se mantuvo bajo control del capital privado y del mercado internacional. Incluso sin cambios estruturales, la reforma del sector en 2004, durante el primer gobierno de Lula, enfatizó el papel del Estado en la planificación y retiró a Eletrobrás del programa de privatización.
En el 2013, viendo que la industria estaba incrementando mucho los costos de la electricidad, el gobierno de Dilma Rousseff ejerció una acción política para intentar controlar los precios. Ella retiró de las tarifas los costos relativos a amortizaciones de la inversión inicial para construcción de las plantas y líneas de transmisión.
Las empresas sólo podían transferir el valor del costo de operación, y la medida consiguió reducir el precio de la electricidad. Sin acción política del Estado, las empresas continúan transfiriendo ese valor eternamente a las tarifas de la población.
“La industria eléctrica tuvo un papel fundamental en el golpe contra Dilma Rousseff”, afirma Dorival.
Dorival apunta que: “En la crisis del 2018, lo que se vio en el mundo fue la dificultad de retomar el crecimiento. Entonces, en cualquier lugar que tengas espacio para recuperar lucro de forma tan fácil los capitalistas van a estar. Por eso es que ellos no quieren que nadie tenga control de ese patrimonio y que cada vez que existe un proyecto que intenta tener control del Estado sobre esa área, llegan los golpes”.
Vender lo que sobró
Desde la redemocratización la idea de privatizar a Eletrobrás ronda Brasil. Fernando Henrique Cardoso quebró el monopolio estatal y la colocó en el programa de privatización, así como Michel Temer también lo intentó y no pudo. El gobierno neofascista de Bolsonaro y su equipo económico, liderado por el ultraneoliberal Paulo Guedes no son la excepción, están intentando avanzar en la privatización de la empresa.
Para el Movimiento de los Afectados por Represas, “la privatización destruye la soberanía, aumenta el costo de la energía para el pueblo, lleva las pequeñas y medianas empresas a la quiebra, impide la recuperación de la economía y genera desempleo en masa. Sólo empeora la situación del pueblo y del país”.
Y Dorival propone la reflexión: “Imagina el esfuerzo de organizar trabajadores para construir una empresa como Eletrobrás, con esa capacidad, con esa estructura. El Estado hizo eso. ¿Y tú vas a dejarla en manos del mercado? Los países centrales nunca dejaron que el mercado se apoderara de sus sectores eléctricos. Eso es increible”.
Traducción: Ciro Casique Silva