Ricardo montagner, el pequeño agricultor que lucha por una gran transformación en el modelo energético del país

El coordinador, que vio nacer el Movimiento de los Afectados por Represas (MAB) en la cuenca del río Uruguai, se comprometió en grandes luchas por todo Brasil y habla de su encanto con la pluralidad de la organización en relación a las diferentes realidades locales

Desde el pequeño municipio gaucho de Charrua, en los límites del Brasil subtropical, Ricardo Montagner lucha por un futuro donde no hayan fronteras para la justicia social. «Como militante, nuestro papel es actuar en la construcción de la lucha por los derechos humanos, para que ellos existan para las personas de todos los lugares de este país y de este mundo, porque el ser humano necesita tener una vida digna, necesita tener, de hecho, un modelo de desarrollo sustentable, no un modelo que es destructor, que conduce a la muerte de las personas, que destruye los lugares y la vida de los habitantes». Para el coordinador del MAB, la lucha local contra una represa que cambiaría los rumbos de las aguas y de la vida de los habitantes de la cuenca del río Uruguai, hace 35 años, fue un despertar para la consciencia de clase.

“La primera lucha era por la defensa de nuestra tierra, de nuestra sobrevivencia, la defensa de nuestra comunidad, el lugar en el que hoy mismo estamos residiendo y plantando, pero después entendimos que la lucha era mayor», cuenta.

La lucha en la cuenca del río Uruguai

En la época en la que Ricardo tuvo el primer contacto con el movimiento que se transformaría en el MAB, él era una de las 200 mil personas amenazadas por un proyecto de construcción de veinticinco hidroeléctricas en la cuenca del río Uruguai. «Fue ese el contexto en el que surgió la Comisión Regional de los Afectados por Represas (CRAB, por sus siglas en portugués) de la cuenca del río Uruguai. En la época, nosotros levantamos las banderas “¡Tierra sí, represa no!” que vendría a ser uno de los grandes gritos del MAB», cuenta. La resistencia garantizó cambios en el proyecto de la hidroeléctrica que preservaron las tierras donde Ricardo nació, creció, crió dos hijas y vive hoy con su esposa Jane Granja, produciendo alimentos como leche, verduras, maíz y soya.

Con ese cambio en el proyecto de la Planta de Machadinho (que fue posible después de muchas luchas), el número de familias afectadas por las obras fue reducido de 6.000 para 1.700, disminuyéndose apenas 100MW en la producción de la hidroeléctrica. La victoria en esa lucha instigó en Ricardo el deseo de seguir militando para que más personas pudiesen tener sus derechos protegidos. Él quería que los habitantes que fueran retirados de sus tierras fuesen indemnizados justamente y que hubiese reasentamiento de los trabajadores sin tierra, porque había ejemplos de otras obras en el sur del país en el que los afectados no tuvieron sus derechos reparados.

Antes de las obras de Machadinho, la construcción de la Planta Hidroeléctrica Passo Real, en el río Jacuí (estado Rio Grande do Sol), había dejado millares de personas desalojadas y sin sus derechos reparados. «Y no es sólo la cuestión económica de la indemnización que importa, ¿no? Sino también el derecho de las personas a vivir allí sus lazos de amistad, los lazos culturales, las tradiciones, todo eso había sido roto», comenta Ricardo.

El coordinador explica que esos proyectos de las grandes hidroeléctricas  de los años 80 seguían todavía un modelo creado en la dictadura militar, que no tomaba en cuenta las cuestiones sociales del entorno. «La idea era alagar la tierra y expulsar las personas del lugar. Inundar el área, inundar las comunidades, el cementerio, la iglesia, el campo de fútbol, sin reparación de los daños, sin conversar con las comunidades, sin reubicar las personas. Entonces, entendimos que era necesario luchar para evitar que esas obras cambiasen el destino de más personas. Decidimos construir allí una lucha más amplia, a nivel nacional», recuerda el militante.

Una articulación nacional para cambiar el modelo de producción de energía

Ricardo explica que la unión con otros afectados mostró que era necessário cambiar no solo la realidad de la cuenca del río Uruguai, sino el modelo de producción y distribución de energía en todo Brasil. «Percibimos que necesitábamos de un modelo más racional, más sustentable y más justo para todos.»

Ricardo Montagner en una conferencia del MAB. Foto izquierda. Militantes del CRAB de la cuenca del río Uruguai al final de los años 80: Ricardo Montagner en el escalón de arriba, Mauro Postal, Luiz Dalla Costa e Ivar Pavan abajo.

El coordinador recuerda que, en el momento en el que el MAB se organizaba como un movimiento nacional, había una gran efervescencia de luchas populares. «Entonces en esa época vivimos un gran avance, a través de las comunidades eclesiásticas de base, principalmente en el campo, cuando nascieron el Movimiento Sin Tierra, los sindicatos más combativos y los movimientos progresistas de la iglesia. Todos esos movimientos tuvieron un papel importante en la construcción de una nueva sociedad que buscaba luchar por los derechos de los oprimidos, contra esos grandes proyectos vinculados a los intereses del capital nacional e internacional», afirma.

Esa articulación nacional que comenzó a ser construida junto con otros movimientos del campo conectaba los afectados del río Uruguai, en las fronteras del sur, a los de Itaparica y Sobradinho, en el río São Francisco, y también a los de Altamira y Balbina, en medio de la selva amazónica, además de muchas otras localidades. Fueron esas uniones de las luchas que dieron origen al MAB como un movimiento nacional que en 2021 completó 30 años.

“Yo veo eso como una gran virtud del MAB, ¿cierto? Esa capacidad de articular el debate con esa pluralidad que existe dentro de un movimiento social, respetando las diferencias regionales de los territorios, las realidades de cada bioma, la cuestión de género, la cuestión de la cultura local, siempre buscando crear y organizar la lucha en la amplitud”, resalta Ricardo.

“Esperamos que esto se repita por 30 años más, en un nuevo momento con grandes avances y superación de los desafíos que ahora vivimos. Vamos a alcanzar juntos grandes avances culturales, grandes avances de conocimiento, de solidaridad y de lucha”, concluye el militante.

* Este artículo es parte de una serie de perfiles de coordinadores del MAB, producidos para la celebración de los 30 años del movimiento.

Traducción: Ciro Casique Silva

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