“Si alguien está abriendo las puertas de la Amazonia al capital internacional es este gobierno, dice Arzobispo de Rondonia (Brasil)
En entrevista con el Movimiento de Afectados por Represas (MAB), Don Roque Paloschi habla sobre la Construcción del Sínodo para la Amazonia, desmonte ilegal, agronegocio, poblaciones vulnerables y soberanía nacional. […]
Publicado 17/09/2019
En entrevista con el Movimiento de Afectados por Represas (MAB), Don Roque Paloschi habla sobre la Construcción del Sínodo para la Amazonia, desmonte ilegal, agronegocio, poblaciones vulnerables y soberanía nacional.
Viviendo hace 14 años en la región amazónica, Don Roque Paloschi, que actualmente es Arzobispo de Rondonia y presidente del Consejo Indigenista Misionario (CIMI) desde 2015, acompaña los conflictos sociales de la región.
El Arzobispo conversó con el Movimiento de los Afectados por Represas (MAB) de Brasil sobre el creciente avance de la deforestación de la Amazonia y la organización del Sínodo, asamblea donde los obispos de la Iglesia Católica de todo el mundo debaten durante un período un tema definido por el Papa para la construcción de documentos que orienten las prácticas de la Iglesia.
En octubre será realizado el encuentro final de esta edición, denominada Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral, que tiene como foco el tema de la Selva Amazónica. Recientemente, con la región en destaque en la prensa internacional, el gobierno brasileño criticó la iniciativa religiosa.
Lea la entrevista:
MAB – Vivimos en una sociedad donde cada vez más el diálogo aparece como algo difícil. ¿Cuál es la importancia del Sínodo en este contexto?
Don Roque Paloschi – Si vemos la trayectoria del Papa Francisco, él ha insistido oportunamente para que adentremos en la cultura del encuentro. La Amazonia es una región plural, donde existen más de 340 pueblos, se hablan más de 280 lenguas, sin contar los pueblos voluntariamente aislados. Por eso, el Sínodo se torna importante en la medida en que vamos aprendiendo unos con otros, construyendo relaciones de respeto, cooperación, comunión, solidaridad y corresponsabilidad en el deseo de construir una vida digna para todos.
El Sínodo nos ayuda a escuchar, dialogar y encontrar en el otro -que es diferente de mí- un hermano o una hermana, y no un adversario con el que debo crear conflictos, sino construir caminos de esperanza y paz.
-Con relación a esta edición sobre la Amazonia, ¿Cómo fue la construcción del tema?
Cuando el Papa anunció la convocatoria al Sínodo el 15 de octubre de 2017, señaló que fue acogido el pedido de varias conferencias episcopales de la región pan-amazónica que pedían que fuese convocado un Sínodo para esta región. Todo eso fue construido tanto desde la Santa Sede como desde las iglesias de la región pan-amazónica. El puntapié inicial de ese proceso fue el 19 de enero de 2018, cuando el Papa -en visita al Perú- tuvo como su primer acto encontrarse con los pueblos originarios en Puerto Maldonado. Una señora le dijo: Francisco, por favor defiéndenos, nos quieren eliminar, si perdemos nuestros territorios nosotros también desapareceremos. Y el Papa entonces, en su discurso, marcó las coordenadas para el Sínodo Pan-Amazónico, al decir que los pueblos indígenas son los primeros que deben ser oídos, por sus tradiciones, experiencias, y sobre todo por su estilo de vida, que no compactúa con ese mundo de lo descartable, del consumo, sino una vida de sobriedad feliz. Podemos decir que este día fue el inicio de la construcción que desembocó en el Sínodo Nuevos caminos para la Iglesia en la Amazonia y para una Ecología integral. Todo esto es fundamental para nosotros.
-El gobierno brasileño, que se posiciona públicamente contrario al reconocimiento de los derechos indígenas, se ha declarado preocupado con la temática de este Sínodo. ¿Por qué?
No sé cuál es la preocupación del gobierno, porque el Sínodo fue convocado en 2017, cuando ni sabíamos siquiera quiénes serían los candidatos a presidente de Brasil. La región Pan-Amazónica comprende 9 países, la iglesia no está preocupada con el gobierno de Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador y las Guyanas. La iglesia está preocupada sí con el sufrimiento, con el dolor, la marginación de los pobres de esos países, con la destrucción del medio ambiente, con la violencia que vivimos en esa región. Así como está preocupada con la proyección de mirar a la Amazonia como un patio donde se va a buscar todo lo que se precisa sin la consciencia de que un día va a acabar. No sé cuál es la preocupación del gobierno, pero la iglesia camina con mucha serenidad, porque a lo largo de la historia ha dado muestras de su empeño en promover la vida y la esperanza de los pueblos en la Amazonia. Ahora, la iglesia tampoco puede ser indiferente cuando los derechos de las personas y colectividades no son respetados.
Foto: Vaticano News
-Para usted, que acompaña el día a día de los conflictos en la región, ¿Cuál es el principal problema social de la Amazonia?, ¿Cuáles son las poblaciones más vulnerables?
Los problemas sociales en la Amazonia son muchos, y lo digo en base a los 14 años que hace que vivo en la región. Hay una ausencia muy grande del Estado brasileño, y por eso popularmente se dice que se vuelve tierra de nadie, o sea, tierra en disputa, en la que tiene fuerza quien puede más. Precisamos tener esa consciencia de que lo que crece en la Amazonia es la ocupación de tierras públicas, el desmonte ilegal, la invasión de tierras indígenas ya demarcadas, la implantación de monocultivos donde el uso abusivo de agrotóxicos va dejando un rastro de muerte muy grande.
Crece en la Amazonia una visión de que los pueblos son incapaces y que es necesario ocupar esos espacios ya que ellos no producen. Por otro lado, crece la mentalidad de los grandes proyectos que no respetan nada, ninguna ley, y traen consecuencias desastrosas tanto para el medio ambiente como para la población pobre, cuyos derechos son los menos respetados. Por eso el problema social de la Amazonia es grave, y exige por parte del gobierno esa mediación, donde el derecho esté a favor de la vida de todos, donde las leyes sean cumplidas: no podemos continuar con esta práctica de impunidad.
-¿Cuál es su evaluación sobre el avance del agronegocio y de la minería informal en la Amazonia y los impactos que esto tiene en la deforestación de la región en los últimos años? ¿De qué forma esto ocurre en el actual gobierno? ¿Existe diálogo o políticas públicas voltadas a las poblaciones locales?
Existe esa mentalidad de que la Amazonia es la última reserva agrícola, y con eso entran en choque dos modelos de desarrollo. El modelo predatorio, que va destruyendo todo, que no respeta nada y derriba la selva, quema, siembra pasto para ganado y luego vienen la soja, la caña y el eucaliptus.
Todo eso trae consecuencias preocupantes para la región. Sobre las políticas públicas, cuando vemos las ciudades de la Amazonia, por ejemplo, tenemos índices bajísimos de de saneamiento básico y acceso al agua potable. Después de 31 años de la promulgación de la Constitución Federal, la gran mayoría de las tierras indígenas y quilombolas todavía no fueron demarcadas, y no hay grupos de estudio ni procedimientos técnicos para el tema. A pesar de que la Constitución prevé que los pueblos indígenas deben tener una educación diferenciada, eso es muy difícil que ocurra porque vivimos bajo la ley del mínimo esfuerzo, o sea, cuanto menos inversión mejor. No quieren que esas poblaciones crezcan y sean sujetos de sus historias. Ese avance del desmonte en la Amazonia no es casual, es todo un proyecto que está en curso bajo la comprensión de que si no se produce a gran escala para exportar, Brasil sale mal en la foto.
Es importante que las personas sepan que quien produce para colocar el alimento en la mesa de las familias son las pequeñas propiedades. Las personas no usan solamente aceite de soja, carne de soja o leche de soja, usan mucho más que eso. No usamos solamente tal o cual producto de caña o de eucalipto. Por eso el avance del agronegocio también empobrece la mesa de las pequeñas familias, nuestra alimentación. Y eso es preocupante. Es muy difícil el diálogo, porque el diálogo debe hacerse en pie de igualdad, y hoy los pobres son cada vez más empujados a las calles de la amargura sin nada. Vemos la reforma del trabajo y de las jubilaciones, y vemos cómo la concentración de la renta en pocas manos crece de forma asustadora, y es un proceso que hemos ido normalizando. Recuerdo lo que dijo el Papa en Bolivia: Ninguna familia sin casa, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos. Ese es el gran desafío.
-Sobre el creciente desmonte de la Amazonia, comprobado en números, ¿Cuáles son las perspectivas? ¿Cómo la discusión ambiental dentro de la iglesia puede contribuir con este debate?
Precisamos decir que la encíclica del Papa sobre la Casa Común es muy fuerte. Tenemos documentación muy rica, pero nuestro problema en cuanto católicos es la práctica. Durante los últimos tiempos, la Campaña Fraternidad desarrollada anualmente por la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil en varios momentos trató el tema de la Casa Común, así como la cuestión de la tierra, el agua, los pueblos indígenas, los biomas y la Amazonia. Pero vemos efectos prácticos. En Rondonia, por ejemplo, lo vemos de forma muy visible y palpable. Crece el número de pequeños arroyos que secan año a año. Y no se secan por una furia de dios, sino por nuestra irresponsabilidad al deforestar, al no respetar las nacientes, los bosques ribereños, como está previsto en los códigos. Sin embargo, ahora todo ha sido flexibilizado y hay un incentivo por parte del señor presidente para esa práctica, que asusta. Cuando vemos lo que se hizo en Pará y en otros lugares durante el mismo día con los incendios, se revela una mentalidad destructiva y una irresponsabilidad de todos nosotros ante nuestra responsabilidad frente a las próximas generaciones.
-¿Usted qué opina sobre la amenaza a la soberanía nacional que involucra a la Amazonia, estamos en riesgo?
Quiero decir que no son las Oenegés, y no es la iglesia la que está internacionalizando la Amazonia, es el gobierno brasileño, con el Congreso Nacional y con la anuencia del Poder Judicial. Quien está abriendo la Amazonia para las mineras internacionales, quien está queriendo vender las tierras en la región amazónica para extranjeros no son las oenegés ni la iglesia, es el propio gobierno. Quien está entregando la base aeroespacial de Alcántara con un acuerdo vergonzoso con los Estados Unidos es el gobierno del señor Jair Bolsonaro. Entonces, esa internacionalización es sobre todo por parte de este gobierno que no tiene coraje de defender la soberanía nacional y se somete de manera inconsecuente al gobierno y dinero americanos. Es lamentable. Si alguien está abriendo las puertas de la Amazonia para el capital internacional es este gobierno.
–¿Cuál es la importancia de la participación de los movimientos sociales junto a la Iglesia en el Sínodo?
La gran misión de la Iglesia es testimoniar la esperanza, defender la vida amenazada, la vida de las personas y de toda la creación. Los movimientos sociales también tienen ese empeño en defender la justicia, la dignidad, los sueños de los pobres, y por qué no decirlo los sueños de la propia creación. Es muy importante la participación en este proceso de escucha, en Porto Velho tuvimos esa bonita experiencia con varios movimientos sociales que se hicieron presentes y continúan participando de las discusiones del Sínodo. Eso nos va enriqueciendo en esta ruta, donde nadie es maestro, sino que todos somos alumnos de esta escuela de la esperanza, la fraternidad y los sueños, donde otro mundo es posible: la superación de un mundo que excluye y mata, hacia un mundo donde todos se puedan sentar alrededor de la mesa. Somos muy agradecidos con la contribución de los movimientos. Como la entrevista es para el MAB, quiero destacar de modo especial a nuestros hermanos en Rondonia, que tienen una presencia de mucha madurez y deseo de caminar juntos, en un camino donde no hay ninguna disputa entre Iglesia y Movimientos.