“Estamos haciendo de la memoria un ejercicio político de futuro”, afirma militante chileno
En entrevista exclusiva, Víctor Bahamonde describe los sentimientos opuestos que surgen después de la arrolladora victoria de las fuerzas progresistas sobre la Constitución de la dictadura militar; por un lado el país respira esperanza por un nuevo proceso democrático, y por otro, presiente las reacciones que seguramente surgirán de parte de los sectores beneficiados históricamente por este sistema político
Publicado 28/10/2020 - Atualizado 28/10/2020
“Amanecí con una sensación de alegría y preocupación”, dice en entrevista el militante chileno Víctor Bahamonde, integrante del Movimiento por la Defensa del Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente (MODATIMA), este martes 26 de octubre, un día después de la arrolladora victoria en el plebiscito que aprobó el inicio del proceso de construcción de una nueva constitución política en el país.
Más del 80% de los votantes votó “apruebo”, demostrando el enorme rechazo del pueblo chileno a la actual constitución, redactada en 1980 durante la dictadura militar (1973-1990) comandada por Augusto Pinochet. Víctor explica los motivos de su sensación: “la alegría es por el resultado, y la preocupación es por todo lo que se viene de aquí en adelante, lo que tenemos que hacer los movimientos sociales y políticos para articularnos y garantizar que los territorios tengan representación, y podamos discutir los temas estructurales del país y no solamente las cosas que puedan maquillar lo que existe hoy en Chile, que es una democracia restringida, autoritaria y centralista”.
Lea entrevista completa:
¿Cuál crees que es el principal mensaje que dio ayer el pueblo chileno?
El principal mensaje es de cansancio. El resultado, que es muy positivo, es aplastante a nivel nacional. Si lo pudiéramos colocar en colores, azul el apruebo y rojo el rechazo, sólo cinco comunas se quedarían rojas, y tres de ellas están ubicadas en las áreas altas de Santiago, que son las zonas más acaudaladas de Chile. Allí se concentran las grandes empresas, las transnacionales y sus principales gerencias, así como los altos mandos de las Fuerzas Armadas, los que votaron a favor de mantener el legado de Pinochet. El resto, todo azul.
“Hay una enorme lejanía entre el pueblo y el poder, y al mismo tiempo vivimos una de las desigualdades más extremas de América Latina”
Por eso, en la práctica, el mensaje es de cansancio de 30 años de modelo neoliberal y de una democracia muy elitista, que privilegia fundamentalmente a quienes se acomodan en el poder con los privilegios y perjudica a las grandes mayorías. La sensación que existe hoy en la calle rechaza la expresión más abusiva del modelo, y una democracia muy autoritaria, demasiado centralizada en Santiago y en el presidente de la República, que tiene casi poder absoluto frente al resto de los poderes.
Hay una enorme lejanía entre el pueblo y el poder, y al mismo tiempo vivimos una de las desigualdades más extremas de América Latina. En Chile, pueden convivir en la misma ciudad personas que tienen ingresos de países de los más ricos del mundo, y otros con los ingresos de los países más pobres. Entonces, todo este contexto genera mucho cansancio, pero también esperanza, porque en el fondo la gente creyó en una propuesta de transformación, que en este caso es la Constitución.
En Brasil existe un sentimiento de hastío desde hace muchos años, pero sobre todo a partir de las protestas de 2013. Sin embargo, el resultado es lo que vemos hoy: un gobierno de ultraderecha. ¿Cómo hicieron para canalizar ese cansancio y hacer que llegara a algo como la Asamblea Constituyente?
Es una muy buena pregunta. Pero la respuesta no es simple. En Chile, quienes concentran los principales privilegios viven en unas pocas comunas del país, sin embargo, concentran los medios de producción, de comunicación, las grandes empresas, las alianzas con las multinacionales, y la vinculación con las Fuerzas Armadas, que defienden sus intereses. En estas tres décadas el modelo [neoliberal] generó situaciones en que las personas no aguantan más. Este modelo se sustenta en la deuda. Hoy en día, el 80% de las familias en Chile están sobreendeudadas, gastan más de lo que ganan, y esto las empuja a vivir una gran precariedad. Tenemos una de las educaciones más caras del mundo, y eso no redunda en una mayor calidad.
“Desde que nacemos hasta que morimos para todo hay que pagar. Salud, escuela, comida, transporte, todo se paga”
Desde que nacemos hasta que morimos para todo hay que pagar. Salud, escuela, comida, transporte, todo se paga. No existe ninguna posibilidad de que por ser chileno tengas algún tipo de bien común. Hay que pagar para estar acá, y eso el presidente Piñera lo ha dicho varias veces, que “nada es gratis”. En ese contexto tan difícil, la gente se fue hastiando de la clase política de forma transversal. Este es un triunfo fundamentalmente de la gente organizada y desorganizada en las calles, contra un modelo que tiene su peor cara en el endeudamiento y la precarización de la vida y del trabajo.
Hay que pagar por todo, y en el fondo se benefician unos pocos. Un ejemplo: el mar en Chile, con 4 mil kilómetros lineales, fue repartido entre 7 familias. Entonces, es demasiado grosero el modelo neoliberal en Chile, y llegó un momento en el que la gente dijo ‘basta’. A esto se le suman la experiencia y la elaboración crítica de los movimientos sociales, que han luchado permanentemente por la recuperación de los bienes comunes y los derechos sociales. Se ha corrido un poco el cerco de lo posible, y la burguesía nacional ha tenido que ir cediendo algunas cosas, la gente se cansó de esto y está mejor preparada que antes para sostener la lucha.
Mencionaste el legado pinochetista, y que la gente se cansó de él. ¿Cuáles son esos legados de la dictadura que la Constitución rechazada ayer por la amplia mayoría consolidaba hasta hoy?
Uno de los temas más sentidos por la gente son las pensiones. Chile se ha convertido paulatinamente en una sociedad más vieja, con más pensionados, que ven que las promesas de este modelo implementado en la década de los 80 no se cumplieron. Cuando se crearon las AFP´s (Administradoras de Fondos de Pensiones), que administran las pensiones de forma privada, prometieron que para el año 2000 las personas iban a ganar el 80% del sueldo al jubilarse, y al año 2020, el 100% del sueldo. Pero en la práctica, hay pensionados que ganan 10 o 20 veces menos de lo que ganaban, porque se creó un modelo que mantiene mucha riqueza concentrada en pocos y que genera pobreza. Salen las personas de trabajar para ser pobres, no pueden pagar el alquiler, la salud, la comida. Tienen que recurrir a la deuda para comer, para moverse, y esto genera un círculo de marginalidad y precariedad. Esta es una de las herencias más activas de Pinochet. La salud y la educación también son el reflejo, 30 años después, de que ese modelo debe ser superado.
¿Y esas demandas no encuentran espacio dentro de la actual constitución?
Uno de los principales motivos para la necesidad de cambiar la constitución es que cada vez que surge algún problema o discusión estructural, de trabajo, de distribución de la tierra o el agua, el discurso es que cambiar eso “es inconstitucional”. Eso hace, por ejemplo, que a pesar de tener un modelo absolutamente privatizado del agua -donde actualmente no hay agua para consumo en varias comunidades, pero sí hay para regar monocultivos- no se puede cambiar porque la constitución lo impide.
¿Cuáles son los principales desafíos del pueblo organizado de cara al proceso constituyente ?
En lo inmediato debemos inscribir delegados y delegadas constituyentes en enero de 2021 para que sean elegidos en abril. Creo que el principal desafío está en que ese 80% que se expresó en las urnas a favor de una nueva constitución busque una articulación política. Desde el estallido social (de octubre de 2019) se han levantado muchas estructuras populares, asambleas, cabildos, territorios que están debatiendo por abajo fuertemente el país que quieren, pero es urgente construir esos puentes para poder tomar decisiones políticas importantes, llegar a construir una lista única de delegados y delegadas constituyentes, y elegir por lo menos dos tercios de la asamblea de abril del próximo año, para poder trabajar con una cierta comodidad.
“El desafío más importante es la unidad para poder colocar los temas estructurales arriba de la mesa de esta Convención y no solamente cuestiones de forma”
El órgano constituyente se denomina Convención Constitucional, integrado 50% por hombres, y 50% por mujeres, elegidos por voto universal. Pero tiene una trampa que puso la derecha, que es que para llegar a acuerdos hay que tener dos tercios de la asamblea a tu favor. O sea, si la derecha logra tener un delegado más que un tercio, podrá vetar los temas que todo el restante de la asamblea -elegida esa sí por el pueblo-, quiso discutir y aprobar. Va a ser un polvorín, un espacio de disputa política fuerte donde, si no hay unidad entre quienes votaron el “apruebo” -las organizaciones sociales, los partidos políticos de oposición, y el campo hoy en día desorganizado pero que se está articulando lentamente desde abajo- tendremos por lo menos un un tercio de la derecha en esa asamblea, que ya está llamando a la unidad para llevar a sus propios constitucionalistas, y han salido algunas voces diciendo que “hay que organizarse bien para tener un tercio y que nada cambie”. Ante esa amenaza, el desafío más importante es la unidad para poder poner los temas estructurales arriba de la mesa en esta Convención y no solo las cuestiones de forma.
¿Todas esas disputas se van a dar dentro de la Convención? Va a ser una caldera eso…
Eso va a ser. Por eso el desafío de la unidad. Porque en el fondo, quienes entren a la constituyente van a tener que entrar como soldados romanos, ya que la derecha no va a transar en nada. Lo que ellos han defendido fundamentalmente es la propiedad, o sea, que todo lo que ya está entregado no se toque. Estamos hablando de la tierra, el agua, los minerales, el mar, el borde costero. La derecha quiere que se mantenga el modelo económico extractivista, agroexportador, minero y forestal, que tiene a su vez también un fuerte componente del mercado financiero. La constituyente va a tener esa disputa económica fuerte, cuando se trate de recuperar los bienes comunes, y reconocer derechos sociales.
En esta caldera, ¿cuál podría llegar a ser la reacción de las oligarquías si el proceso adquiere un carácter profundamente transformador?
Uno de los creadores de la constitución de Pinochet, Jaime Guzmán, que fue también un político ultraconservador y ultraderechista, un demonio político para el país que concibió no solamente la constitución sino el modelo económico y la alianza con la dictadura; dijo: “tenemos que hacer una constitución política para que en algún momento quienes lleguen a gobernar, gobiernen como si nosotros estuviéramos en el poder”. O sea, para privilegiar a las clases poseedoras. Cuando se empiece a debatir la recuperación de los bienes comunes, la tierra, el agua, los minerales, y los derechos sociales como la educación, la salud y las pensiones, vendrán las tensiones más fuertes dentro de la constituyente. Porque hay intereses muy grandes en juego. Cuando se empiece a tocar esto, evidentemente la burguesía nacional y la internacional van a empezar a ponerse en otra actitud, que creemos que no será muy democrática. Si no hay acuerdos, se deciden esas cuestiones estructurales en el próximo parlamento, las próximas elecciones van a ser muy importantes porque van a legislar sobre cosas que no entraron en la Constitución. Esa puede ser también una apuesta de la derecha, tener minoría en la constituyente pero obtener amplias mayorías en el parlamento y echar atrás todo lo que se avanzó.
¿Y quienes son los principales actores que se podrían poner contra este proceso democrático?
Hay dos fuentes de intereses que son profundamente nocivas y hasta ahora no se han expresado, aunque sabemos que de alguna forma lo harán. Las Fuerzas Armadas, extremadamente privilegiadas por esta Constitución, y, por otro lado, los intereses del imperialismo norteamericano en Chile. Sabemos que Estados Unidos siempre tiene los ojos puestos aquí, y opera hasta hoy a través de las Fuerzas Armadas, de la prensa, y a través del financiamiento de campañas políticas. Pero cómo se van a expresar en la nueva constitución, todavía no lo sabemos. Puede significar represión, hostigamiento contra el proceso de lucha, persecución. Aunque sus operaciones siempre son en las sombras, sabemos que aparecerán para defender a la burguesía, y con ella ese “paraíso neoliberal” que es Chile, donde hacen y deshacen. Esto debe cambiar, y ahí las tensiones políticas se van a hacer mucho más fuertes. Chile de aquí en más se convierte en un país con mucha tensión política y muchas cosas en juego.
El cineasta chileno Patricio Guzmán, dice en su película “Nostalgia de la Luz”, que “la memoria tiene fuerza de gravedad, siempre nos atrae. Los que tienen memoria son capaces de vivir el tiempo presente, y los que no la tienen no viven en ninguna parte”. ¿Es un encuentro con la memoria chilena el proceso que están viviendo hoy?
Ciertamente lo es, y lo analizo a través de dos lecturas. Una tiene que ver con una generación joven que intenta hacer esfuerzos de memoria, pero que tiene pocos espacios de articulación con la generación más vieja donde compartir experiencias. Son estudiantes secundarios y universitarios, que están reinventando constantemente la política y su forma de hacer, y muchas veces se les achaca que piensan que todo empezó cuando nacieron ellos, o no comparten esa memoria histórica.
“Lo que hemos visto en la revuelta popular es que las expresiones de memoria política aparecen todos los días”
Sin embargo, como memoria colectiva están las expresiones previas al estallido social que comenzó el 18 de octubre de 2019 y continúa hasta hoy, como el resurgimiento del movimiento mapuche en 1998, la expresión del movimiento estudiantil en los años 2001, 2006 y 2011, la lucha territorial que han desarrollado algunas comunidades por la defensa de los ríos y contra proyectos minero-energéticos, o contra los monocultivos ya sea forestales o agrícolas.
Lo que hemos visto en la revuelta popular es que las expresiones de memoria política se ven todos los días. Por ejemplo, resurgieron dos o tres canciones históricas de Chile que hoy en día se cantan en todos los pueblos en las manifestaciones, como El Pueblo Unido, que nos refleja los años 70, El Baile de los que sobran, de Los Prisioneros, una canción emblemática de los años 80 y del plebiscito del NO para que se vaya la dictadura, y El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara, que muestra un momento político de la historia de Chile muy ligado a la memoria de Salvador Allende.
Otros íconos han surgido, como la bandera de Chile pintada de negro, o el “Matapacos”, un perro callejero que murió en 2017, pero ya era famoso desde 2011 por acompañar las luchas de los estudiantes en aquel año con su pañoleta roja y enfrentar a los Pacos (nombre despectivo dado a los policías en Chile). Hoy en día se convirtió en un gran símbolo, hay perros matapacos por todos lados, pintados en las esquinas, estampando banderas. La expresión como los ojos también, a partir de la enorme cantidad de mutilaciones de ojos, -más de 400 personas han perdido total o parcialmente la vista a manos de la policía-, algo inédito a nivel mundial. Estas violaciones de los derechos humanos hicieron que ese ejercicio de memoria se haga muy en la práctica. Entonces, las dos lecturas. Por un lado una generación muy joven que busca siempre empezar de nuevo y por otro lado la memoria política como una expresión popular de acumulación de fuerzas en la historia. Eso se está dando y está conviviendo en la calle. Estamos aprendiendo a hacer de la memoria un ejercicio político de futuro.