Brasil lidera ranking de represas planificadas en áreas protegidas que pueden intensificar la crisis climática

La hidroeléctrica de Belo Monte, ubicada en Pará, es el tercer mayor proyecto de este tipo en el mundo. El emprendimiento destruyó comunidades y modos de vida tradicionales, inundó un tercio de la ciudad de Altamira y damnificó el ecosistema acuático del Xingu, que posee especies endémicas de peces y tortugas, Foto: Marcos Corrêa/PR

En total, 1.249 hidroeléctricas alrededor del mundo están construidas y unas 509 más planificadas en áreas de preservación. En esta semana, cuando representantes gubernamentales reunidos en la COP26, en Glasgow, Escocia, discuten el futuro climático del planeta, una de las cuestiones que puede entrar en la agenda es el polémico crédito de carbono, actualmente concedido para la construcción de esas hidroeléctricas que generan diversos impactos sociales y ambientales en áreas protegidas, además de emitir metano, un gas de efecto invernadero muy potente.

Actualmente el incentivo es concedido a través del llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) de las Naciones Unidas, que fue definido en el Protocolo de Kyoto. La premisa es que las plantas hidroeléctricas —así como las eólicas y solares— evitarían la emisión de gas carbónico a la atmósfera en detrimento de las plantas térmicas, contribuyendo con ello a desacelerar el calentamiento global.

Los supuestos beneficios relacionados a las hidroeléctricas que justifican ese mecanismo, sin embargo, son cuestionados en diversos estudios científicos. En 2019, la revista Conservation Letters publicó un artículo que demuestra impactos de las represas como: el desplazamiento forzado de poblaciones tradicionales, la emisión del gas metano y un gran riesgo para la biodiversidad del agua dulce. Esos impactos son aún más graves cuando las represas son construidas en áreas preservadas.

De acuerdo con el estudio, la mayoría de los proyectos están localizados en Brasil, en especial en la Amazonia. Cuando el estudio fue publicado, al menos 158 represas operaban o estaban en construcción en la cuenca amazónica, y habían sido propuestas otras 351 con el potencial de afectar más de 37.000 km² de unidades de conservación.

«Las unidades de conservación, en especial las tierras indígenas en Brasil y en el mundo, cumplen hoy el papel de protectoras de nuestra socio-bio-diversidad y de nuestras selvas, responsables por buena parte de la relación del clima y de las lluvias», evalúa el coordinador del Movimento dos Atingidos por Barragens, Francisco Kelvim, al comentar la amenaza que las hidroeléctricas representan.

Francisco recuerda que cualquier impacto al medio fluvial causa alteraciones también en la selva a largo plazo. «Los problemas que hemos observado en las hidroeléctricas de la Amazonia, como la pérdida de especies importantes de la fauna, flora e ictiofauna, alteración en el nivel freático y aumento de la temperatura de los lagos, suceden no solo hasta la estabilización de esos reservorios, sino de forma permanente y acumulativa».

Las represas y el efecto invernadero

Esos proyectos representan no sólo un gran riesgo socioambiental para el territorio, sino también para el clima global. Es lo que resalta el científico Philip Fearnside, en una entrevista exclusiva para el MAB. Philip es un biólogo y científico norteamericano vinculado al Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, por sus siglas en portugués) que se radicó en Brasil y ganó amplia notoriedad internacional a partir de estudios sobre las hidroeléctricas brasileñas y sus efectos para el clima.

«Las represas emiten muchos gases de efecto invernadero, sobre todo el metano, un gas muy potente para el calentamiento global. Inclusive, el último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) publicado en agosto, dedica un capítulo entero a los efectos de ese tipo de gas para los cambios climáticos», explica el científico. En virtud de esos estudios, este martes, 02, durante la COP, Brasil y más de cien países se adhirieron al Compromiso Global del Metano, en un esfuerzo colectivo para reducir 30% de las emisiones de metano hasta 2030, en relación a los niveles de 2020.

El metano es producido en el aparato digestivo del ganado y en otros procesos naturales como la descomposición de materia orgánica. Según Philip, la descomposición de la selva inundada en los lagos de las hidroeléctricas es muy expresiva para la generación del contaminante. «Ese gas es emitido inmediatamente en los primeiros años luego de la construcción de las represas. Dura menos tiempo que el carbono en la atmósfera, pero genera mucho más impacto para el calentamiento global», resalta. Hay estudios que demuestran que el metano es 80 veces más potente en la elevación de las temperaturas de la Tierra que el dioxido de carbono (CO2).

Philip destaca que la liberación de metano a corto plazo es muy grave debido a la urgencia de controlar la emisión que ocurrirá en los próximos años. «Eso es fundamental para que evitemos una situación de colapso del clima, el llamado “punto de no retorno”».

En ese contexto, el científico afirma que estimular la construcción de hidroeléctricas como una alternativa de energía limpia no tiene sentido porque no colaboraron para evitar los cambios climáticos.

«Entonces es muy importante también que sea simplemente prohibido, en las decisiones de la COP, dar crédito de carbono para represas. Nadie está haciendo represa para combatir el calentamiento global, están haciéndolo para tener lucros con la venta de energía. Vale recordar que las hidroeléctricas ya son construidas con financiamiento público y tienen varios subsidios. En el caso del río Madeira, las dos represas también tienen crédito de carbono y, al contrario de ayudar a combatir el efecto invernadero, están causando más daños. Además de emitir metano, ellas permiten que los países ricos que van a comprar esos créditos de carbono, emitan más gases de efecto invernadero», evalúa el investigador.

Kelvim recuerda también que además del efecto contra el clima, las hidroeléctricas tienen muchos otros impactos potenciales que fueron previstos. «Los ríos de la cuenca amazónica, como resultado de la influencia de los Andes y del régimen de inundaciones, altos caudales, entre otros factores, están en constante transformación. El permiso ambiental de los proyectos hidroeléctricos en la Amazonia no consideró eso, así como el impacto de la formación de esos reservorios a largo plazo», explica el coordinador.

Traducción: Ciro Casique Silva